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Me gusta el viento que corta la respiración y la lluvia nocturna que arrulla. Los silencios precedidos de palabras y las palabras adornadas con sonrisas. Me gusta ver el sol rojizo ocultarse con cautela detrás de la montaña y hacerle piropos a la luna que es la única perfecta en el mundo. Me gusta imaginarme cosas que pudieron suceder y no fueron y soñar mientras soy consciente de que lo estoy haciendo. Me gusta mirar mi reflejo en los ojos de una mujer bonita.
Me gusta hacer goles y mirar a mi mejor amigo en el equipo contrario tanto como me gusta la comida en exceso. Me gusta el acorde de la guitarra y la impecable melodía del piano. Me gusta un tango viejo acompañado del sabor anisado de un aguardiente. Los aplausos y las miradas cómplices. Los besos con los ojos cerrados y los abrazos emotivos.
Me gusta cuando mi madre inmortaliza mi vida con sus abrazos, y ver en mi padre el reflejo del espejo de lo que yo quiero ser en el futuro, así como él. Me gusta cuando mi abuela me sirve un almuerzo y cuando mis primos pequeños me sacan la rabia.
Me gusta el anciano que ríe y el niño que es feliz. El rico que no aparenta y el pobre que no despierta lástimas. Me gusta la ciudad nocturna porque es más sincera y el cielo despejado porque es más clemente. Me gustan los que oran en su interior y no los que predican escandalosos. Me gusta pensar que somos más los buenos que los malos y que algún día la maldad fenecerá.
Me gusta hablar mierda porque se huye de las preocupaciones y gritar 'Hijueputa' porque me libera. Me gusta mirar al reloj porque me acuerda que nada es para siempre y que las promesas son solo impulsos emocionales débiles. Me gusta hacer feliz a las personas porque yo ya conozco el verdadero significado de felicidad. Me gusta decirle 'te quiero' a mis amigos para que sientan lo valiosos que son para mí.
Me gusta, desde este treceavo piso, mirar cómo cae la tarde mientras escucho 'Canción de las Simples Cosas' de Mercedes Sossa al tiempo que escribo.
Me gusta hacer goles y mirar a mi mejor amigo en el equipo contrario tanto como me gusta la comida en exceso. Me gusta el acorde de la guitarra y la impecable melodía del piano. Me gusta un tango viejo acompañado del sabor anisado de un aguardiente. Los aplausos y las miradas cómplices. Los besos con los ojos cerrados y los abrazos emotivos.
Me gusta cuando mi madre inmortaliza mi vida con sus abrazos, y ver en mi padre el reflejo del espejo de lo que yo quiero ser en el futuro, así como él. Me gusta cuando mi abuela me sirve un almuerzo y cuando mis primos pequeños me sacan la rabia.
Me gusta el anciano que ríe y el niño que es feliz. El rico que no aparenta y el pobre que no despierta lástimas. Me gusta la ciudad nocturna porque es más sincera y el cielo despejado porque es más clemente. Me gustan los que oran en su interior y no los que predican escandalosos. Me gusta pensar que somos más los buenos que los malos y que algún día la maldad fenecerá.
Me gusta hablar mierda porque se huye de las preocupaciones y gritar 'Hijueputa' porque me libera. Me gusta mirar al reloj porque me acuerda que nada es para siempre y que las promesas son solo impulsos emocionales débiles. Me gusta hacer feliz a las personas porque yo ya conozco el verdadero significado de felicidad. Me gusta decirle 'te quiero' a mis amigos para que sientan lo valiosos que son para mí.
Me gusta, desde este treceavo piso, mirar cómo cae la tarde mientras escucho 'Canción de las Simples Cosas' de Mercedes Sossa al tiempo que escribo.
Querido amigo Rafael, me emocionó mucho tu muy buen escrito, te felicito mi llave.
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